lunes, 29 de junio de 2009

¡…Pero todos caerán con honor…!


Hace algunos años me tocó la suerte de vivir y estudiar mi primaria en una nación del norte de Centroamérica que para entonces sufría de la dura presión militar.

Aquel país apenas y podía dar algunos pequeños pasos en democracia pero inmediatamente se le atravesaba algún gendarme para, con un leve empujón, tirarlo nuevamente a la dictadura castrense.

El país, sumido en la pobreza, hacia cada vez más grande su brecha social. Los ricos y los pobres eran fácilmente identificables, contrarios de mi Costa Rica natal, en donde cada vez se hacía más grande una amalgamada clase media.

Recuerdo el calor, el aroma en sus calles, el polvo de sus caminos, mi colegio donde estudiaba, la gente, mis compañeros, mis amigos, mis vecinos, las fiestas de cumpleaños en la colonia, y hasta las tortas de chiquillo que me jalaba.

Pero también recuerdo ver “soldaditos” le decía a mi mamá, apostados en la figura icónica de la antigua Casa Presidencial, cerca del puente Mayol que une a Tegucigalpa con Comayagüela. Luego supe, estábamos en guerra con el vecino El Salvador.

Años más tarde, regresaría en misión periodística ya, para presenciar un proceso electoral, en el que el pueblo hermano y que fue especialmente anfitrión, colocaba por primera vez en muchos años, a un presidente democráticamente electo.

Hoy, me corresponde oír nuevamente del país de las cinco estrellas de pálido azul, de nuevo oigo del ejército, de nuevo de su democracia, de nuevo de su presidente. Solo que en esta oportunidad el escenario es diferente.

No hay otro calificativo que Golpe de Estado. De ninguna otra manera se puede llamar a esto, aunque CNN cobardemente le llame Sucesión Forzada, ¿a quien pretenderán engañar en la cadena de televisión más importante del mundo?

Puede tratarse del presidente de extrema izquierda o de extrema derecha, corrupto o no, inocente o culpable, fascista o no, eso no importa, lo que importa es el método, aquí y en cualquier parte del mundo se llama Golpe militar.

Si es que tenía asuntos que al parecer no eran legales, o reñían con la constitución hondureña, se debió hacer uso de las herramientas institucionales y constitucionales, para, primero quitarle el fuero especial de cobertura para dignatarios, y segundo someterlo a un proceso, en el que, si resultara culpable, porque hasta hoy es inocente, entonces se le pida la renuncia. En caso de no renunciar, entonces sí, someterlo por la fuerza policiaca, no militar, para presentarlo a los tribunales de justicia como al parecer corresponde. Pero no al revés. Nunca considerarlo culpable sin juicio previo y desterrarlo. Así no funciona la democracia, aunque una parte del Congreso Nacional pretenda, como lo dijo un colega, barrer las cochinadas debajo de la alfombra legislativa y maquillar el golpe con el polvo del movimiento civil, cuando todos sabemos que no lo es.


No podemos quedarnos de brazos cruzados, no podemos dejar al noble pueblo de honduras abandonado a la deriva, debemos ser uno solo, un solo pueblo, una sola gran nación luchando por la democracia, por la paz, por las libertades públicas, por los derechos humanos y políticos, por nosotros mismos al fin.

Sí, ese que un golpe de estado al continente americano, un continente que derramó mucha sangre por tener lo que hoy tiene, por darle a sus hijos la libertad y la democracia, es un golpe no a un país, no una nación, no a un presidente, es un golpe al pueblo latinoamericano, un golpe censurado por todo el continente y me atrevo a adelantar, por todas las naciones del mundo, o por lo menos la gran mayoría. Es un golpe al corazón de toda una nación americana continental.

Honduras, patria querida y de mis recuerdos de infancia, que Dios te salve, porque sino, como dice tu Himno Nacional: “¡serán muchos Honduras tus muertos, pero todos caerán con honor!”








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