Todos los días los medios de comunicación nos dan una triste pincelada roja sobre la suerte de muchos habitantes en diferentes sectores de México y el paso que lleva por el calvario del narcotráfico.
Quienes hemos tenido el placer de conocer las ciudades de mariachis, tequila y tradición, también hemos sido testigos de la generosidad, hospitalidad y amistad que brinda el pueblo mexicano.
Pero que triste ver como se derrama la sangre en una nación que lucha por progresar, por su desarrollo y ahora por su paz. Una lucha que más allá de convertir sueños en realidad, intenta despertar de pesadillas.
En esa lucha un gremio está poniendo los muertos, está pagando el precio, aquellos que son testigos de honor o de horror, del asesinato de una nación: los periodistas mexicanos.
En esa lucha un gremio está poniendo los muertos, está pagando el precio, aquellos que son testigos de honor o de horror, del asesinato de una nación: los periodistas mexicanos.
Recientemente, un cable de la agencia de Noticias AFP daba cuenta de que “En lo que va de año han sido asesinados en México al menos siete periodistas (ahora 10) y el presentador de un programa de televisión, según un recuento actualizado de Reporteros Sin Fronteras (RSF).”
Agrega el cable que según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede en Washington, ya eran cinco los trabajadores de la información asesinados este 2011 en México antes del crimen de Millán, el director de un diario digital mexicano quien fue encontrado muerto recientemente cerca del lugar donde había sido secuestrado por un comando armado en Culiacán, al noroeste del país, considerado por Naciones Unidas el lugar más peligroso de América para la prensa.
Ya antes se había localizado el cuerpo sin vida de Yolanda Ordaz, reportera del diario Notiver, secuestrada y asesinada en Veracruz.
Esta semana dos mujeres más, periodistas, fueron halladas sin vida, en un caso similar de secuestro y homicidio: Marcela Yarce y Rocío González. Sus cuerpos maniatados y desnudos aparecieron en un céntrico parque del Distrito Federal.
El periodismo en México, país considerado por Naciones Unidas el más peligroso de América para el trabajo de la prensa, se enfrenta a una de sus peores crisis, intimidado sí pero valiente, hostigado sí pero sin claudicar, doblado sí pero sin quebrar.
Diferentes organismos internacionales que agrupan a los periodistas, han puesto el grito en el cielo. Mientras que en otros países como en Costa Rica, nos limitamos a charlas de café y discursos sobre la libertad de expresión o nos desgastamos inútilmente en discutir sobre una foto o una orientación periodística al tiempo que otras naciones, valientemente, ponen los muertos.
Alguien me comentó una vez que el periodismo era la segunda profesión más peligrosa del mundo, la primera era el piloto de pruebas; hoy creo que se ocupa el primer lugar.
De alguna manera, hay que hacer un frente común para luchar en contra del asesinato impune de periodistas y de sus equipos de trabajo. El periodismo visto como una responsabilidad social global, como una bandera de lucha por las libertades públicas y los derechos humanos universales, debe tener un fuero especial de protección, legal, económica y social.
En el caso de Costa Rica una opción sería agravar las penas cuando las víctimas sean miembros de los equipos periodísticos, o de los cuerpos de emergencia en funciones, como una de las posibilidades de protección especial. Es claro que ello no es un chaleco a prueba de balas, solo una idea aislada, pero también es claro que hoy más que nunca, es una necesidad imperiosa.
La nación de Emiliano Zapata sufre y se desgarra hoy, mientras que la de Juan Santamaría está a las puertas de algo que se podría evitar. Aún se está a tiempo.
A lo mejor más pronto que tarde, podamos evitar que nuestros periodistas sigan tiñendo de sangre las calles latinoamericanas, y los antisociales sigan asesinando la libertad de expresión.
Por ahora solo queda añorar el regreso de la paz y que veamos en las noticias que México sigue siendo: Lindo y Querido.
excelente don Jose, mas cerca de la realidad imposible, no veo muy largo el tiempo en el cual los periodistas transmitan e informen bajo una capucha muy al estilo de los jueces colombianos en su momento!
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